perfume

Esta tarde di el paso.

Me adentré en el establecimiento.

Ruta directa

a la repisa, 

Apliqué dos chasquidos

de un bote de perfume

que imita al tuyo.

Sabes de cuál hablo,

pasaba los días en el primer cajón

de la baja estantería blanca.

Puro plástico.

No sé dónde lo guardas ahora.


Recordé entrar por las mañanas

a tu baño, 

ver dicha estantería

desde el marco de la puerta donde me recostaba.

Mis ojos pesados de tener

un único objetivo.

Sin poder apartar la vista

de tus acciones.

Segura de tener que grabarlas 

para vivir de ellas después 

de ti.

Observarte hacer lo mismo

que yo hice esta tarde

en tu par de muñecas.


Copié cada movimiento

siguiendo los pasos 

de la memoria. 

En lugar de tu baño,

era una tienda cualquiera

en una esquina cualquiera

de la que solía ser

nuestra ciudad.


Diez minutos pasaron,

ese olor no era en lo más

mínimo semejante

al tuyo. 

Pareciese que nunca lo hubiese saboreado antes.

Dolor y alivio.

Solo en ti podría encontrar tu esencia.

Jamás ninguna fragancia 

en ningún lugar,

o frasco,

me transportaría a aquel entonces.


Diez minutos más tarde,

situación contraria.

Mi esencia era

idéntica a la de tu cuello cuando 

en él escondía mi rostro.

Dolor y alivio.

Incluso nuestros pH se comprenden,

guardan similitud.

Incluso tras haberte ido,

existe otra pequeña parte de tu ser

que se me permite

mantener cautiva.


Llevo todo el día esnifando mi propia tez,

viajando lenta y tortuosamente

por la imagen de tu cuerpo sobre el mío,

la superposición de tu dictatorial fragancia.

Toda yo era tuya –aún lo soy.

Toda yo estaba repleta de ti –fuera y dentro.

Mi piel entera sabía y olía a tu persona –ya no, o sí, más no de igual forma.

No, en absoluto.

El descanso no está presente,

ni la inquietud, excitación, calma,

la evidencia física de nuestras noches y despertares.


Mientras compongo este poema

me digo a mí misma

que debería considerar dejar de escribir sobre ti.

Humillar mi corazón y mente

ante tus ojos, 

a plena luz

incluso en la distancia.

Vas a leerlo,

lo estás leyendo,

y sin embargo continúas siendo actor principal,

con mis muñecas en mis fosas nasales.

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