Muerte

 Vas, frecuentemente, 

a la Iglesia. 

Te sientas silencioso,

observador,

y pides a un ente, quizás inexistente, 

quizás inaccesible

que cuide de los tuyos.

Aquellos que te llaman

a diario,

o los ausente que esperas

te observen y sientan orgullo. 


No lo dices en voz alta, 

mas te conozco y sé que también

suplicas misericordia para contigo. 

En vida y muerte. 

Protección ante los numerosos errores

que activamente cometes,

disfrazándolos de única opción.


Haces daño y te dañas,

sin admitir que 

algunas de tus decisiones no son acertadas.

Caminas por la vida, 

pretendiendo que los que te quieren,

te justifiquen,

se amolden,

te comprendan. 

Te crees fuerte, 

el elegido para crear

un cambio desde los cimientos. 


Me viene a la mente la última noche, 

en la que inspirada por las palabras 

de la poeta polaca, 

te dije: 

"Véndeme tu alma. No habrá más comprador.

Ya no hay otro demonio."


Pedías consuelo,

eternidad en suelo sagrado.

El milagro te fue respondido, 

personificado en mí. Sé que jamás 

vas a aceptarlo. 


A pesar de todo

lo que has hecho mal, lograste tu objetivo. 

Un cambio en alguien,

en algo, en un corazón. 

Un logro miserable 

para tu ambiciosa 

cabezonería. 


Querrás olvidarme.

Es más, lo harás. Pero tienes

tanto que agradecerme. 


Te haré inmortal en las páginas, 

alcanzarás la gloria en mis palabras. 

Escribiré poemas sobre ti, 

gracias a los cuales aprenderán y recordarán mi nombre.

Y sabrán de ti, aunque ignorando el tuyo. 


Pobre joven. Te espera una vida de musa

anónima. 

Respirarán tu esencia 

en mis versos

pero tu persona, morirá 

conmigo. Como siempre

debió haber sido.

Perdóname, pues no puedo hacer

más. 



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