vida
Acabó de la mejor
de las maneras.
“Siempre estaré aquí,”
susurró en mi oído,
rozando el lóbulo
con su aliento.
El último que olería
en un tiempo incontable.
¿Qué más puedo pedir?
Para él, ahora soy
parte de su familia.
Arma de doble filo.
Pues por mucho que le quiera,
la fuerza escasea,
frágil se vuelve.
Como caminar en un desierto,
descalza y sedienta,
donde un oasis inexistente
se divisa.
Nunca hay meta.
Nunca lo suficiente cerca.
Si formo parte de su ser,
para siempre,
que sea tan solo para darnos
otra oportunidad.
La primera, quizás.
Mas si es para apartarme
hasta el fondo de la repisa,
verle crecer sin mí.
Vivir sin mí.
Amar, y no
a mí.
Lo lamento,
pero soy incapaz.
Un niño rogando
por un globo de helio
en carnaval,
consciente de que en cuanto lo sostenga
lo soltará,
por la belleza de verlo
volar.
Si no voy a ser Ella
para ti,
acércate y susúrramelo
de nuevo.
Otro aliento antes
de tener que dejarte ir.
Cuán curioso el destino,
cuán curiosa la mente,
cuán débil la mía.
Pues en ella hay esperanza,
un nosotros,
y sin ello
no hay vida.
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